domingo, 1 de junio de 2008

DOÑA ANA, LA UCRANIANA

Un gato negro, flaco y de andar perezoso cruzo el cuarto sin hacer ruido. Afuera el silencio de la noche era audible. Algún solitario grito perdido en ese barrio de trabajadores en una localidad del gran buenos aires. Delante de la pieza, un almacén, el almacén del barrio. Su dueña una Ucraniana, viuda y con un único hijo ya veinteañeros que se había mudado a otro sitio con su novia de siempre. Hasta esa noche, para todos, en la casa solo vivía Doña Ana.

El mutismo de pronto se transformo en un griterío, la oscuridad dio paso a luces muy potente, la calma al nerviosismo extremo. Decenas de personas asaltaron el almacén, la casa y el cuarto. Gritaban todos, espantando su propio miedo. Que lo entregaran pedían, volteando y rompiendo todo a su paso; a Doña Ana, empujada, pisoteada, golpeada con culatas y borsegos, el cuarto acribillado, el humo de la metralla. Afuera el barrio, los vecinos que se acercaban, los verde oliva que con insultos pedían retroceder a los curiosos, que indignados los increpaban. “Doña Ana, Doña Ana!!!”, pedían por la mujer generosa de esa tienda. Las puteadas crecían en la medida que se dieron cuenta que su presa no había ido. Tenían el dato justo: martes, jueves y sábado, desde hacia un mes, iba a “guardarse” el Negro, pero no lo encontraron.

Horas pasaron en el lugar. Que estaba todo bien, que estamos revisando, que ya la van a ver a esa Doña, así les contestaron. Entre todos los vecinos se ubico un desconocido, el mismo al que perseguían, pero que nadie conocía. Se fue cuando alguien le contó a quien buscaban. Se fue y le caían lágrimas porque sabía que Doña Ana estaba muerta.

A su regreso de un destierro de años fue a buscar al hijo de Ana, Jose, quien lo había alojado en aquel cuarto con la anuencia de su madre, que por un mes fue tambèn la suya. Buscarlo para darle el pésame y consolarlo. Lo recibió la novia, le pregunto quien era, un amigo dijo, que quiere verlo. Aca imposible, casi escupió, hace seis años que se mato, por entregar a uno, fue el judas de su madre, añadió. Así que olvídese, nunca fue su amigo ni el de nadie. Los cobardes y traidores no tienen amigos, solo precio.

1 comentario:

OLMiranda dijo...

..no solo la negra lo lee...yo tambien lo hago casi a diario...de su locura, .. me gusto este cuento patetico como la vida misma,...sobre la cobarde y misera traicion,.... tambien la poesia Simple,...y la que hiciste a tu hija y la de tu hermosa nietecita Niki, diles de mi parte que yo las quiero mucho y les deseo bendiciones. OLM