sábado, 23 de agosto de 2008

LOS LIBROS NO MUERDEN...


Décadas atrás, mi tía Evelia insistía en que a mis 5 años dejara los cómics y empezara con los libros. En su afán de hacerme leer me explicaba de mil y una maneras lo provechoso que en mi vida sería el “saber”. Como cualquiera habrá vivido, en mi más que humilde infancia solo había lugar para divertirme y las historietas surtían ese efecto. Luego el fútbol era mi pasión primera... bueno segunda, tercera… Hasta que enferme de hepatitis y no tenia televisión, que al no ser de uso corriente obviamente no extrañaba.
Ahí cayo el primer libro, “Corazón”, en mis manos, lo leí de un tirón, pero repuesto de la hepatitis me olvide de la lectura. Asi que mi tía volvió ala carga, ahora con el sonsonete “los libros no muerden”. No le hacia caso y seguía corriendo detrás de una pelota de cuero. Pero poco a poco en mis pesadillas iban apareciendo libros, libros en diferentes lugares, libros que tenían dientes. Y me acorralaban, pretendiendo que los leyera. Despertaba sudoroso y cada vez más alejado de los mismos. Ahora los libros si podían morder, mi tía mentía por lo tanto.

Ya en mis diez años, pensé en empezar a leer cosas más serias que historietas, sin entender que eran importantes, que luego mi tesis en comunicación le devolvería el favor de haber sido la puerta de entrada a la literatura.

El día que fui a la primera biblioteca publica mire con ojos desconfiado a la bibliotecaria y lo que alli exponían. Mi dilema no era el hamlet, ser o no ser, sino leer o no leer, asi que me guié por la sabiduría de mi dedo, cuando la señorita me pregunto que libro quería, señale uno bien gordo, ya que iba a leer, no andemos con chiquitas. Y Salí con la guerra y la paz de León Tolstoi, libro que era complicado para mi edad, pero ante los ojos de los demás ya me daba patente de intelectual.

Leía impulsado por esta encargada de la biblioteca, estoy seguro que me había deslumbrado, deducción a la que llegue después del cuarto libro, en el que me dije me animo y le pido salir. Bien, en mi caso el libro no mordió, la bibliotecaria menos, pero a la distancia recuerdo unos juveniles ojos verdes que en la casi inocencia de aquella época, quedaron prendados mis recuerdos más hermosos, a los que seguiría una larga noche de sangre en mi país.

Los libros no muerden, pero algunas bibliotecarias si!

No hay comentarios: