domingo, 9 de agosto de 2009

NUNCA SE MUERE DOS VECES








El verde de la plaza se juntaba con el celeste del cielo. El griterío de la gente lo aturdía, como segundos antes lo hicieron los estampidos, que aun continuaban en sus oídos. No entendía como se veía el mundo, si en picada, si de costado, si tan grande o tan chiquito que él parecía un monstruo, no deducía nada y sin embargo él era el centro del caos, él y su revolver en la mano.

Porque, se preguntaba, porque Estela estaba tirada, muerta, en el piso frente suyo, no debió ser así. ¿Porque se había separado hacia un año y ella no había querido regresar, cuando no hacia más de dos años atrás le juraba quererlo más que nada en el mundo?
Los porque, como en su niñez, rebotaban sin respuestas. La sangre en el piso, era una mancha cada vez más amplia. Sus piernas temblaban, su mirada se perdía en el infinito.
Cerca de la calesita los niños eran arrastrados de la mano por sus madres, y mas gente que corría hacia el.

Por el césped de esa plaza, su plaza hasta ayer, de paseos enamorados, venia un gendarme a quitarle el arma, a tratar de ayudar a su mujer inmóvil. Se desespero, emitió un par de gritos desgarradores, negando, llamándola a ella bañada en sangre.

Recordó esa mano chica que lo había aferrado por primera vez, que lo había iniciado en el sexo, que lo había empujado a la aventura de escaparse de su pueblo, los dos juntos, para siempre! dijeron, ¡que poco duran los hasta siempre! Todo le fue familiar y lejano en un instante, hasta que el tiro sonó en su sien derecha y allí quedo tendido, se había suicidado,

En cámara lenta primero, màs ligera después, el gendarme llego y grito su incompetencia, la gente gritaba por el horror, dos jóvenes que no llegaban a los 21 años estaban ocupando, recostados de muerte, una parte de la plaza. Un ridículo cartel decía “prohibido pisar el césped”, la invadían yéndose de la vida. Fueron minutos que duraron una eternidad. La tragedia se había acabado.

Cuando le tomaron el pulso a el se dieron cuenta que ya no había nada que hacer, ella cubierta, sucia por tanta sangre aun respiraba, estaba mal herida, la trasladaron, ingreso así, mal herida y deformado el rostro por el balazo, pero con posibilidades de vivir. El quirófano fue preparado de urgencia, operaron y la salvaron.

Todo lo de aquellos terribles minutos había terminado, las imágenes la atormentaban, pero estaba viva. Tenia la vida, le habían reconstruido el rostro, quedaría tan linda y con la piel sin marcas como antes de aquel acontecimiento indescriptible. Se sorprendió no sintiendo nada por quien hubiera sido su marido, aunque si, algo de alivio. Se había puesto pesado en los últimos meses con la insistencia del retorno. Ella no quería decirle lo evidente, que ya no lo amaba, que gustaba de otro hombre, unos años mayor, que ya estaban saliendo. No entendía quien podría haberle contado esto ultimo.

El hospital tenia grandes ventanales, ella una cama cerca de uno de esos miradores, una sola vecina de cuarto, era el tercer piso del pabellón de agudos, internación. Las sabanas limpias, la comida decente, los dolores de la cara y el cuerpo ya estaban desapareciendo.

La habían visitado sus compañeras del taller, casi fábrica del vestido. Cuando saliera empezaría una vida nueva en la capital con ese hombre unos años mayor a ella. Tan desgraciado no había resultado todo, quizás era el camino que Dios había elegido para su vida. Quiso sonreír pero aun le dolía el rostro. Sus padres habían pasado preocupados, sus hermanos también.

Hija, hija, atino a decir la madre, el padre en silencio tenia la cabeza gacha, los hermanos se miraban entre ellos, es cierto que el Ernesto te quiso matar y se mato, pregunto el más grande. Si, dijo ella, intento, pero yerba mala nunca muere…

Hija, no es así la vida, no, hijita. Como que no, si me quiso matar, ya esta, se mato, listo terminado, fue un hijo de puta!. Pero la familia de el eran nuestros vecinos, y esta tu hijo, nuestro nietito…Bueno basta, lo único que falta es que yo tenga la culpa, eso me quieren decir.

Nadie hablo, la enfermera los retiro, quedo sola enfurecida, mirando por la ventana sin mirar, farfullando.

Vio entrar a una enfermera, no la conocía, era nueva en ese piso, por suerte se había terminado el horario de visitas, no se sentía ni el vuelo de una mosca. Su compañera de cuarto hacia dos días había recibido el alta. Sola, joven, viuda, 20 años, linda, la vida por delante, el hijo se lo había dado en tenencia a los abuelos paternos, a vivir!!! Si, me lo merezco, Salí de aquel pueblo de mierda y me iba a hacer monja por haber tenido un crío? Nooo… ella no había empezado a vivir, lo que le repetía incansablemente Raúl.

La vida empezaba a ir viento en popa, a descansar, la enfermera le acomodo y la acomodo en la cama, golpeo la mullida almohada, le dijo descanse tranquila, me llamo negra, gracias respondió ella, estoy tranquila, asentó el cuerpo en la cama, la enfermera se acerco, un ruido sordo, unos ojos desorbitados, la boca bien abierta, el pecho que ardía,

La vida que se iba rápidamente, sintió un segundo impacto, escucho bajo y al oído, Don Juan te manda saludos, lo que no termino el hijo lo terminamos nosotros. Un ronquido raro, y un pequeño río de baba sangre. Ese frío, tanto…frio…..

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