martes, 27 de mayo de 2008

COBARDE ILUSTRADO!!!

Si hubiese sabido aquella tarde que subir eso casi veinte escalones me cambiarían la vida, creo que los hubiese subido igual.

Era finales de los años 60, mi país se había visto sacudido por levantamientos populares. En Córdoba, Argentina, se produjo el Cordobazo, movimiento que resquebrajo a la dictadura de ese entonces.

Era un estudiante de secundaria, bien parecido, pero muerto de hambre. Iba a una escuela de un lugar de clase media alta, y allí para conseguir lo que en aquella época aparecía como mi principal obsesión, las minas, tenía dos caminos: hacerme rico repentinamente o un intelectual revolucionario a bajo costo, ya que la ropa zaparrastrosa era de lujo para mi, el pelo largo me lo había dejado contra lo que opinara la Dirección del Colegio. Así que ante ese dilema, aplicando el libre albedrío que Adán conquisto, no tuve más remedio que llegar a munirme del último elemento que harían de mi un intelectual: el libro.

El libro era vital, especialmente bajo el brazo, lo que nos valió a muchos ser intelectuales de sobaco. Entonces emprendí, ya conté la falta de metálico en mi familia y en mis bolsillos, lo que termino con mi juvenil, adolescente humanidad, en una biblioteca popular. Era mi primera incursión al mundo soñado por Borges, la biblioteca, el paraíso. A mi me desilusiono bastante el ámbito austero del edén, salvo la Eva que lo atendía.

Mire la cantidad de libros sin entender como haría, ya pensando que el camino de un seminario de cura era más fácil, la amable niña me apresuro en la toma de decisión, y elegí el mas gordo sin ver el nombre en el lomo. Esa medida fue la primera de una cantidad que me dio el titulo de setentista, combatiente de las organizaciones armadas, exiliado, y hoy afortunado escriba de estas líneas. Como dice Alexis Dolina, todo lo que el hombre hace es para levantarse una mina. Como en el juego de las lagrimas, el cuento del escorpión y la rana, piqué, simbólicamente, porque estaba en mi naturaleza.

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