martes, 22 de abril de 2008

TANGO AMARGO

Homenaje a “Arrabal Amargo” de Catulo Castillo

Sentado frente a una mesa, que retiene las marcas de la ginebra, con el cuarto en desorden, Aroldo deja caer su historia sobre un viejo cuaderno “Gloria”. Piensa que en esa década quinta, del siglo del centenario, no se ha marchado aún su buenos aires arrabalero. ¿Será real, será solo el efecto de la bebida blanca, que por no haber comido lo golpeo más fuerte que cada día de este último tiempo? Vengo golpeado, se repetía, y los recuerdos se amontonan.

El arrabal siempre es amargo, porque es canción pero es una geografía esquiva. Es un arrabal amargo, que se metió en la vida de Aroldo como la condena de una maldición.

Hubo un momento, no recuerda si largo o corto, en que la conoció, blanca, hermosa, y ella se entregó a tanto hombre. Que error, piensa Aroldo, era hombre de mano forjada para el acero, pero con el corazón muy flojo.

Con ella a su lado, paseo por ese barrio de arrabal, sin ver su miseria, su mugre, ni sus tristezas. La vida, ahhh, la vida le parecía un canto. Amaba como nunca a ese lugar, ese rincón con toldo de estrellas, el patio de la casa de ella, con madreselvas en flor que parecían sonreír, en el patio gris angelical.

El efecto de esa ginebra que viene de tantos días o semanas, anestesian, que en un momento le dijo:” ¡porque si! Porque así lo dispuse”. El barrio siguió siendo el mismo
Pero las horas de sueño del hombre son torturadas por las sombras de ella que regresa sin volver. En el corazón de él se encierra la noche de ella y se da cuenta que ahora vencido, arrastra su alma, clavado a las calles del suburbio igual que si lo estuviera en una cruz.

Resignado a vivir con esa carga que lo ata al recuerdo de su lugar, de aquel amor presente, con la mano nacida para el cuchillo y que ahora, temblorosa, aferra la botella de una Llave, después de haber tenido mucho tiempo las curvas de esa mujer. ¿Fue mucho el tiempo? ¿Es mucho alguna vez para alguien que se ama? Sin esperar respuesta mil veces se embriago.

En la borrachera de su vida arrabalera, sí recuerda que le pidió, le imploró: A nadie digas
que ya no me quieres. Si a mí me preguntan, diré que vendrás. Ella le juro que así sería, que eso diría. Pero que no esperara que volviera porque nunca pasaría, porque ella se iba y harìa su vida. Aroldo sintió que era cierto lo que aquel amigo que no quiso escuchar le había dicho la verdad, esta con otro, le dijo, recuerda que, en su ebriedad y con su furia a punto de estallar le pregunto a su Evelia si era cierto. No recuerda claramente, no recuerda casi nada, si primero fue el si o el grito, las ayes del dolor de la extensión de su mano formada para…
“Como una nube que pasa mis ensueños se van, se van, no vuelven más.” Escucho con la radio de fondo, ¿ayer? ¿Hoy? Que bien escribe Catulo, pero no dice que los dos están muertos, a uno no le avisaron aún, más lo sospecha.

Y así cuando vuelvas,
mi almita, te juro,
los ojos extraños
no se asombrarán.


Roberto Brindisi- 22-04-08

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